sábado, 9 de julio de 2011

¿Peformance para todos?

Intelectuales no reconocidos, neohipsters, estudiantes; unos treinta de los anteriores, revueltos, y en la oscuridad del el ex convento de Santa Teresa, hoy ExTeresa Arte Actual contemplamos y varios fuimos participes, de uno de los muchos performances que se exhiben en ese museo.


Salí del metro Zócalo, llovía, vi mi reloj e iba veinte minutos tarde. Pero, la puntualidad de este tipo de eventos es cómo la fantasía en la que enfrentas a esa persona detestable: absolutamente risible e irreal. Entonces ingresé a la recepción donde una idea ingeniosa de un inflable que imitaba al Guggenheim yacía en el piso como algo abortado, una especie de placenta; al rededor de la lona estaban los personajes urbanos que habitan normalmente Condesa, o desean hacerlo. Entonces la puntualidad comenzó a parecerse mas a la fantasía, incomoda hasta su %#%&$ madre.


Estaba junto a la entrada divisé entre las sombras un ente extraño que creía ya haber visto antes, era idéntico a Juan Manuel Torreblanca, por lo que deseché la idea de que fuera real. Todos los hipsters de cabello chino, se han dejado el mostacho, y se parecen al músico.


Se oye en el radio de uno de los guardias del museo "ya velos pasando". ¡Oh! Si. Por fin entraríamos. Entonces, entramos al cimborrio, que si no me equivoco es la habitación donde está la cúpula. Había unas cadenas de PVC en el piso. Una pantalla, una mesa en la que había una consola y una botella de agua, todo esto en el escenario.


Sentado en el piso, aguardando, intentando no imaginar, ni idealizar, sólo esperando poder criticar al final estuve por cinco minutos, hasta que una mujer gorda, con un sweater rojo subió al escenario, colocándose detrás de la mesa donde por cierto, también había un micrófono. Era la artista, y por fin habría arte.


Su acto fue un poema estilo Altazor, pero su viaje cósmico, tenía origen en la matriz según mi apreciación, y viajaba por la vida hasta una especie de nirvana, al que llegaba en una nave, aunque también pensé que era un alma en pena, dentro de una cueva estilo purgatorio, buscando las manos de Dios, quien le daba un tour por el cielo; por lo que talvez pudo tratarse de una desconsolada criatura de un universo paralelo, su devenir y aventuras por un mundo soñado. Cada cinco minutos interrumpían una serie de partículas... clo, mik, unm, nop, tri, clo, swe, yav, gun, rulk, etc. Lo cual me hizo pensar en Altazor una vez más; o en un trance cuasi iluminario, o en la desarticulación de las ideas, o en la dificultad de la comunicación, y también cruzó mi mente el sonido de una mesa de control de alguna nave espacial de las películas del Santo. Me gustó muchísimo la presentación, pues de ves en cuando jugaba la artista con su voz por medio de los efectos de la consola. La incertidumbre de lo visto era bella, y quiero pensar que no era general, así al fin podré decir que me salí del círculo.


Continuó la noche de performance con la artista que usó las cadenas de PVC, y la incertidumbre creo, ahora si fue general, pues las cadenas eran una especie de campo de fuerza, que temía atravesar, pues se ensuciaba, o eso era lo que reflejaban sus movimientos y el jabón que usaba para tallar su cuerpo, cada vez que intentaba transgredir la barrera. Cuando por fin la traspasó, consiguió agarrar uno de los muchos objetos similares que había debajo de las cadenas. Eran bolsas que contenían periódico, pero ella solo quería las bolsas, y comenzó a lanzar el periódico al público. Después se vistió con las bolsas. Y termino su acto. La interpretación era tan evidente que no perdí tiempo en interpretarla.


Se fue la flaca de las bolsas de periódico, y un minuto después oímos un gran golpe en el piso de madera. Y entre la gente pude ver a un hombre que sostenía una mascara monolítica de jade tan grande como una caja de zapatos, el artista vestía un overol naranja, una mascara de la Parca, y usaba un morral azul, con un luchador de juguete asomándosele. El ruido, era el hombre intentando clavar como demente, la piedra azteca en el piso, buscaba pero, misteriosamente no se clavaba en el piso de madera. Desistió de clavar su mascara, y tendió como si fuera una alfombra roja, una larga bandera de México, que bajaba por las escaleras del escenario, y concluía sobre las cadenas del pasado performance, después, amordazó con cinta canela, a los espectadores en frente de mí, luego, saco una bolsa de tierra, y ensucio con esta tierra la bandera alfombra , comió un poco de la tierra, que por supuesto si era tierra pues después la compartió con  los espectadores del otro lado de los amordazados, y el artista grito: ¡El miedo que no se comparte se pudre! Ahora se quitó la mascara de luchador, tomó un buche de Nutrileche y sobre la bandera escupió, luego la hizo bolita, y la pego con cinta industrial, luego con la cinta canela comenzó a momificar su cara, la pantalla de atrás recibió la proyección de asesinados por el narcotráfico. Luego se quitó la mascara de cinta canela. Abrazo la mancillada bandera, y se paro en medio de nosotros, y camino como si luchara contra un viento infernal, diciendo: ¡Adelante, sin miedo!


Pienso en la forma tan simple en que se puede transgredir la comunicación para todos, convirtiéndola en interpretación personal. Y siempre el arte será injuzgable y su verdad, el artista. Está en él compartirla, y puede estar en él desnudarla, pero es más divertido si nostros nos tomamos esa libertad.

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